domingo, 5 de marzo de 2017

PANORAMA DE POESIA ESPAÑOLA CONTEMPORANEA


     Con la guerra de 1936 concluye la llamada Edad de Plata de las letras españolas. El conflicto, que había forzado a muchos poetas a poner su pluma al servicio de uno de los bandos en lucha, propició una poesía caracterizada por la consigna y el esquematismo ideológico. El romance -especialmente en el bando republicano- resultó el cauce métrico que mejor se prestaba a esta poesía que quería ser a toda costa «popular». También abundó el soneto, sobre todo en el bando franquista, y más aún cuando ya se había superado la etapa de las trincheras y comenzaba la de la exaltación de las gestas guerreras y la loa de los héroes y los muertos.
     Entre 1936 y 1939 murieron Unamuno, Antonio Machado, Lorca, Valle-Inclán... Miguel Hernández lo hacía en 1942, en la cárcel. Numerosos poetas hubieron de salir al exilio, y muchos murieron en él. En España, la nueva situación se caracterizó por la ausencia casi absoluta de contacto con los poetas trasterrados. De estos últimos, sólo quienes ya tenían una obra sólida (Juan Ramón, León Felipe, Guillén, Salinas, Alberti...) pudieron ejercer su influjo, mínimo de todas formas, en la cultura del interior. Los más jóvenes, en cambio, quedaron desconectados del devenir literario de la postguerra, y, en el mejor de los casos, se integraron en la vida literaria de los países que los acogieron. El exilio provocó un empobrecimiento artístico que fue mucho más grave aún en la poesía escrita en lengua no castellana. El catalán literario tardó años en iniciar su recuperación; como síntoma, en 1946 aparece Cementiri de Sinera, el primer título poético de Salvador Espriu. Y hasta 1947 no surge un libro de poesía verdaderamente relevante en gallego, con la publicación de Cómaros verdes, de Aquilino Iglesia Alvariño.
     Quienes, al empezar la década del cuarenta, se iniciaban en la poesía dentro de España, padecieron la ausencia inmediata de maestros, tras romperse un eslabón en la cadena de las generaciones. Los escritores nuevos hubieron de optar entre lo poco que se les ofrecía: en el interior, las voces de Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso (ambas en silencio hasta 1944) o Gerardo Diego; del exterior, se aceptó con reticencias el influjo de Juan Ramón, al que muchos convirtieron en abanderado de una lírica o ensimismada o evasionista, frente a cuya enseña minoritaria se enarbolaría la de Antonio Machado, verdadero santo civil para los escritores de la postguerra.
     Concluida la guerra, hubo un afán oficialista de normalizar la vida cultural y específicamente poética, fruto del imposible deseo de emular los florecientes años de la República. En noviembre de 1940 apareció el primer número de la revista Escorial, en cuyo equipo redactor figuraban Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar, Luis Rosales y Antonio Marichalar, algunos de los cuales habían sacado a la luz, el primer año de la guerra, Jerarquía, «la revista negra de la Falange». Nacida en la estela totalitaria, trató de adoptar un aire suprapartidista e integrador, que recordaba al de la revista de preguerra Cruz y Raya, de Bergamín. Escorial se centró en contenidos religiosos e imperiales, y optó por una estética de noble clasicismo. Resulta curiosa la evolución de estos hombres, que terminaron relegados por otros grupos que pretendían alzarse con los intereses de la victoria en la guerra. Su pérdida de influencia y su progresiva autocrítica les hicieron replantearse sus posiciones civiles y, en el terreno artístico, los condujeron a una poesía recluida en el ombligo de lo personal, lo familiar y lo cotidiano.
    Mayor importancia poética tuvo el nacimiento de la revista Garcilaso en 1943, menos hipotecada por obediencias ideológicas. La revista surgió en torno al grupo que, con el nombre de «Juventud creadora», se reunía en la tertulia del café Gijón. José García Nieto encabezaba este cónclave juvenil, bajo postulados clasicistas que se tradujeron en el imperio del soneto y de los temas heroicos y amorosos, lejos de todo desgarramiento expresivo y de toda innovación formal. El tono literario era acorde, por una parte, con una visión épica de la realidad, y, por otra, con una gratuidad artística y un optimismo jubilar en disonancia con la situación del país. La evidente falta de vínculo entre la obra literaria y la circunstancia histórica sólo puede atribuirse al afán de liberarse de una memoria de devastación y horror. Los poetas de Garcilaso se condenaron, como consecuencia de todo ello, a un tipo de expresión casi intercambiable, impersonal en su templado virtuosismo. Poco a poco, la revista se fue impregnando del eclecticismo de la mayor parte de las publicaciones de esa índole, en las que participaban generalmente los mismos nombres.
     El que tal vez fuera más importante canal de difusión poética en toda la postguerra tuvo su comienzo el mismo año que Garcilaso. Se trata de la colección «Adonais», fundada por Guerrero Ruiz y José Luis Cano, que adoptó enseguida posturas más intimistas y turbadoras, dentro de una entonación neorromántica que prevaleció durante varias décadas. Los Poemas del toro, de Rafael Morales, iniciaron la andadura de esta colección. De la importancia de este sello poético, controlado, como el premio homónimo, por José Luis Cano hasta los años sesenta, en que recoge el testigo Luis Jiménez Martos, da razón el que la mayoría de los grandes poetas aparecidos tras la guerra publicó allí alguno de sus primeros títulos. «Adonais» supuso, en el ámbito estricto de la poesía, lo mismo que la revista Ínsula -ésta de la mano de Enrique Canito y José Luis Cano- en el de la cultura literaria en general, respecto a la voluntad de acercamiento entre los escritores del interior y los del exilio.
     La aparición en 1944 de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso -quien en el mismo año había publicado Oscura noticia-, fue la primera señal del camino que seguiría la poesía a partir de ese momento. Frente a la vigente fiebre sonetista, el libro de Dámaso Alonso optaba por los extensos ringleros de versículos que exponían angustiosamente un naufragio personal, histórico y aun cósmico. La protesta de Hijos de la ira no era una protesta lineal, sólo dirigida contra la situación social, o contra la impasibilidad de un dios que no se espanta del sufrimiento humano, o contra la causa de su dolor particular. Se trataba de una protesta global, en que el asco existencial se sumaba al circunstancial o histórico. Pero lo que da poderío al libro no es la carga contestataria, sino la adecuada utilización de una retórica inflamada. Con el tono de los profetas antiguotestamentarios, Dámaso Alonso eleva su voz hacia Dios y contra él, impetrándole e imprecándolo, en largas series versales que se disponen mediante resortes reiterativos e intensificativos, como los paralelismos anafóricos o las repeticiones de sintagmas o versos enteros. Esta modalidad protestataria se prolongó durante varios años en sus ramificaciones tremendistas, neoexpresionistas o existenciales.
     Se puede considerar la poesía española como contemporánea a partir de la segunda mitad del siglo XX, emancipada de la literatura de posguerra. Alrededor del año 1960 comenzó a surgir una nueva promoción joven de poetas y creadores, cuyos cánones estilísticos se diferenciaban de los de sus más inmediatos predecesores.
     Como reacción frente a la “poesía social” aparece a finales de los años 60 un nutrido grupo de poetas cuya más relevante característica fue una gran atención a la forma, atención que la poesía social no había situado en primer lugar en su concepción del hecho poético, y un marcado interés hacia los fenómenos que han recibido el nombre de cultura de masas: cine, cómic, música pop, entre otros.
     De entre todos ellos, el historiador literario Josep Maria Castellet eligió a los que incluye en su antología Nueve novísimos poetas españoles. Este libro tuvo una gran repercusión de forma inmediata ya que supuso un verdadero cambio y ocasionó una gran polémica en cuanto al criterio de selección y a la forma de entender la poesía de los poetas antologados. Los nueve novísimos eran: José María ÁlvarezFélix de AzúaGuillermo CarneroPere GimferrerAntonio Martínez SarriónVicente Molina FoixAna María MoixLeopoldo María Panero y Manuel Vázquez Montalbán.
     Otros poetas de los 70 y coetáneos con el grupo novísimo fueron los reunidos alrededor de la revista de poesía Antorcha de Paja. "Heterodoxia y canon en la poesía española durante la transición", según la ha bautizado el profesor y crítico Juan José Lanz en su libro donde estudia a esta revista y sus poetas. Situados entre la estética novísima y la Nueva sentimentalidad, fue nexo y paso hacia la poesía de los 80, según el crítico y estudioso Pedro Ruíz Pérez en su trabajo correspondiente a esta publicación y sus poetas en "Revistas Literarias Españolas del siglo XX (1919-1975") Ollero&Ramos. Madrid, 2005. Su antología "Degeneración del 70" incluye a nombres hoy reconocidos en la poesí, entre los que se encuentran Justo NavarroFrancisco GálvezÁlvaro Salvador JofreJosé Luis AmaroJoaquín Lobato o Fernando Merlo, entre otros.

Años ochenta: Poesia Figurativa, Poesia Metafisica, Irracionalismo
    
     Como reacción al culturalismo, los poetas Álvaro SalvadorLuis García Montero y Javier Egea escriben en Granada el manifiesto La otra sentimentalidad, que reivindica una poesía realista, con un léxico sencillo, situaciones cotidianas y búsqueda de la emoción. Los modelos de esta promoción hay que buscarlos en los poetas del 50, especialmente en Jaime Gil de BiedmaÁngel González y Francisco Brines. A mediados de la década, un conjunto de autores que se agruparon bajo lo que ellos mismos denominaron la Diferencia, reivindicaron la independencia y libertad literarias, frente a la poesía de la Experiencia, que consideraban tendencia dominante, protegida, tal y como afirmaban en sus poéticas y textos teóricos, por los poderes públicos. Dentro de esta corriente de la Diferencia destacan los escritores Antonio EnriqueJosé Lupiañez y Fernando de Villena.
     Una nueva tendencia, a la que parte de la crítica ha venido a denominar poesía de la conciencia, se forma en una poesía de fuerte raigambre social, alrededor tanto de los encuentros poéticos organizados en Moguer con el nombre de Voces del extremo como a través de diversos movimientos de izquierda anticapitalista. Autores en esta línea serían Antonio OrihuelaIsabel Pérez MontalbánAntonio MéndezDavid González y Enrique Falcón.

Generación poética del 2000 
     Se trata de una generación estudiada, entre otros, por el crítico Luis Antonio de Villena en su antología La inteligencia y el hacha. Un panorama de la Generación poética de 2000. Según este autor, esta generación subvierte radicalmente los presupuestos de la poesía de la experiencia. Se incluirían en ella desde poetas asociados por otros críticos a una continuacón de la poesía de la experiencia, como Juan Antonio González IglesiasÁlvaro GarcíaLuis MuñozLorenzo Oliván o Lorenzo Plana, a poetas ya plenamente representativos de una visión más distanciada, ya sea a través de la ironía, como Jorge Gimeno o Jesús Aguado, o a través de la denuncia social, como Isabel Pérez Montalbán.
     Otros críticos consideran que la poesía más reciente, partiendo de la base de que ya no es poesía de la experiencia, se mueve en muy diversos frentes sin que se pueda hablar en ningún caso de una escuela predominante. Incluso dentro de cada grupo las diferencias son enormes y en muchos casos un poeta se puede adscribir a varios de ellos. Así, de este modo se produce en algunos poetas una vuelta al tratamiento de los temas humanos con un tono grave pero con leves cesiones a la ironía, Adolfo CuetoVanesa Pérez-SauquilloLuis Bagué QuílezAriadna G. GarcíaMiriam ReyesBen ClarkCamilo de OryMario Cuenca Sandoval o Martín López-Vega, alternado con un tono expresionista, existencial y reflexivo donde se situarían Miguel Ángel ContrerasJulio Mas Alcaraz y José Daniel García. Otros poetas se adscriben de alguna manera a la herencia dialéctica entre la tradición y la vanguardia, como Carlos PardoJuan Carlos AbrilAbraham GrageraJuan Antonio BernierRafael EspejoJosep M. RodríguezJuan Manuel RomeroAndrés Navarro, [Jesús Cárdenas] o Antonio Portela.
     Estos y otros poetas habrían adelantado presupuestos compositivos de superación radical de la poesía de la experiencia presentes a su vez en poetas algo más mayores como Julieta ValeroMariano PeyrouJosé Luis ReyMarcos CanteliAna TapiaAntonio LucasAlberto Santamaría o Begoña Callejón, o más jóvenes, como Ana GorríaJuan Andrés García RománAlejandra VanessaElena MedelDavid Leo García y Luna Miguel, entre otros. Las características principales de este núcleo último sería la superación de los referentes nacionales y la escritura neovanguardista, desde una visión netamente posmoderna y novísima, cercana al collage heteróclito.
     No obstante, habría que tener en cuenta que existen también otros jóvenes poetas que han superado ambos movimientos y abierto una tercera vía, que recoge los frutos tanto del realismo como de las vanguardias y pretende dar cuenta de nuestro tiempo complejo de incertidumbre, como son Miguel Donetch CerveraRaquel LanserosDaniel Rodríguez Moya y Fernando Valverde. Aun así, existen otros grupos y corrientes estilísticas, que muchas veces dependen de un solo libro o autor. En ese sentido algunos poetas escriben una poética confesional centrada en el yo poético. Ejemplos serían Alfonso Berrocal o Pablo Méndez. Otro grupo sería el denominado "lanzarotistas", moderados por Sánchez Robayna, grupo en el que destaca Rafael-José Díaz. También se puede hablar de un grupo de poetas continuadores de la herencia rilkeana, con antecedentes en Claudio Rodríguez y Vicente ValeroJavier CánavesJavier CanoCarlos Contreras ElviraJosé Antonio Gómez Coronado o Javier Vela.
     En definitiva, posmodernidad y eclecticismo en un grupo extraordinariamente heterogéneo.

Yoraily Arèvalo

Referencia:
http:/es.biblioteca-virtual.wikia.com/wiki/Poesia_española_contemporanea


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