EL
DESTAPE DE LA CULTURA ESPAÑOLA
A
lo largo de 1975 y coincidiendo con la transición, la libertad creativa en
España comenzó a florecer pese a que aún tuvo que combatir con los últimos
coletazos de la censura. De este modo, por primera vez en la historia del cine
español comenzaron a proliferar una serie de películas enmarcadas dentro de un
subgénero denominado el destape. Se trataban de una serie de películas
dramáticas o cómicas en las que se incluían escenas eróticas de desnudos
femeninos (unas veces totalmente gratuitas). Muchos de estos títulos lograron
convertirse en grandes éxitos comerciales, representando toda una novedad para
los espectadores españoles de entonces.
El
término destape se dio a conocer a través de los medios de
comunicación poco tiempo después de la muerte de Carrero Blanco, cuando la
censura franquista empezó a bajar la guardia. Cargado a menudo de connotaciones
peyorativas, el destape sirvió para designar la tímida aparición
del desnudo en manifestaciones culturales tan diversas como el cine, el teatro
o la fotografía durante los últimos años del franquismo y los primeros de la
transición democrática. Hay que recordar, por ejemplo, la polémica que generó
sobre los escenarios teatrales el seno descubierto de Victoria Vera en ¿Por
qué corres, Ulises? También conviene recordar la importancia en la
consolidación del "destape" de ciertas revistas como Fotogramas, Diez
Minutos, Guadiana, Personas, Stop, Matarratos, El Papus, Papillón, Play-Lady,
Flashmen o Bocaccio.
De todas ellas, la revista Interviú fue la que provocó mayor algarabía al conseguir publicar reportajes de desnudo de actrices muy populares, como Marisol o Amparo Muñoz. Por aquel entonces, el desnudo fotográfico era casi una exigencia a la que se debían plegar nuestras actrices, tanto las nuevas figuras como las ya consagradas, para promocionar su carrera o demostrar que estaban liberándose del enojoso pasado.
De todas ellas, la revista Interviú fue la que provocó mayor algarabía al conseguir publicar reportajes de desnudo de actrices muy populares, como Marisol o Amparo Muñoz. Por aquel entonces, el desnudo fotográfico era casi una exigencia a la que se debían plegar nuestras actrices, tanto las nuevas figuras como las ya consagradas, para promocionar su carrera o demostrar que estaban liberándose del enojoso pasado.
El
desnudo también se convirtió en una exigencia en el cine, después de cuarenta
años en blanco y negro. Ante la avalancha de películas eróticas que se
produjeron en España a finales de los setenta, muchas actrices intentaron
mantener un cierto decoro afirmando que sólo se desnudaban por exigencias del
guión. Y el guion siempre lo exigía.
Al igual que había sucedido en otros países europeos a principio de la década de los setenta, España vivió una intensa fiebre erótica en las pantallas cine desde un par de años antes de la muerte de Franco hasta el final de la transición democrática. Pese a sus caracteres timoratos y dubitativos, las Normas de Calificación de Películas, promulgadas en febrero de 1975, permitieron el desnudo siempre que respondiese a "necesidades del guión" y "no conturbase al espectador medio". La conturbación, delicioso eufemismo con el que se pretendía sustituir a una actividad más física y placentera, era una de las principales obsesiones de los censores.
El orificio abierto por esta normativa,
reforzada posteriormente por la supresión de la censura de guiones de febrero
de 1976, permitió que se estrenasen películas con una carga erótica cada vez
más evidente. Aunque ya había algún antecedente de película de
"destape", como la insólita Juventud a la intemperie (1961), y
desde finales de los cincuenta se producían películas con doble versión (con
desnudos para el mercado internacional, censurada para el nacional), el cine
español empezó a descubrir progresivamente la desnudez, desde el pecho de
Carmen Sevilla en La loba y la paloma (1973) hasta el desnudo frontal de
María José Cantudo en La trastienda (1975) y el trasero de Patxi Andión
en El libro del buen amor (1974). A finales de 1977, cuando se abolió
definitivamente la censura y se estableció la clasificación "S", los
españoles ya habían terminado de descubrir la anatomía humana (cabeza, tronco y
extremidades) en las salas de cine. Fue un descubrimiento realizado a marchas
forzadas y con cierto atolondramiento.
La eclosión del destape sirvió para promocionar una nueva generación de actrices que alcanzaron pronto la consideración de mitos eróticos, gracias a la liberalidad y falta de prejuicios con la que se quitaban las bragas por exigencias del guión o por el pago de un talonario. En la extensa nómina de actrices vinculadas al destape figuran Agata Lys, Nadiuska, Bárbara Rey, María José Cantudo, Victoria Vera, Susana Estrada, Blanca Estrada, Mirta Miller o Azucena Hernández, entre muchas otras. Algunas de ellas, tuvieron una fama efímera y cayeron en el olvido cuando descendió la fiebre erótica en los primeros años ochenta. Otras, sin embargo, consiguieron proseguir con su carrera de actriz y demostrar que tenían verdadero talento dramático más allá de su primigenia condición de mito erótico.
Emily
Boxil
Referencias: