José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967), comenzó en Madrid su actividad como escritor con colaboraciones en diferentes periódicos. Desempeñó diversos cargos políticos con una trayectoria que cambió desde el anarquismo juvenil hasta el conservadurismo posterior. Fue nombrado académico de la lengua. Durante la Guerra Civil vivió en Francia y después, hasta su muerte, en Madrid.
Su producción es muy abundante. Cultivó casi todos los géneros: novela (La voluntad, Las confesiones de un pequeño filósofo, Doña Inés), teatro (Old Spain, la trilogía Lo invisible) y, sobre todo, excelentes ensayos (La ruta de don Quijote, Castilla, Los pueblos) y libros de crítica literaria.
En su obra predomina la descripción del paisaje y el análisis minucioso de la realidad, en la que el tiempo parece detenerse: sus novelas apenas tienen desarrollo argumental. Destaca su lenguaje impresionista: expresa las sensaciones mediante un léxico rico y preciso, y a través de una sintaxis de frases cortas.
Pío Baroja (1872-1956), estudió Medicina. Viajó por varios países europeos y fue nombrado académico de la lengua. Durante la Guerra Civil vivió en Francia, y a partir de 1940 se instaló en Madrid, ciudad en la que falleció.
Baroja es el gran novelista de esta generación. Su producción se compone de más de sesenta novelas, la mayoría agrupada en trilogías.
Sus novelas están ambientadas preferentemente en el País Vasco o en Madrid. Sus protagonistas son con frecuencia seres abúlicos e inadaptados, abocados al fracaso (por ejemplo, Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la ciencia); otros, en cambio, se distinguen por su carácter dinámico y aventurero (Martín Zalacaín, de Zalacaín el aventurero). Estos personajes reflejan su visión negativa del mundo, su desconfianza en el ser humano y en la sociedad. No obstante, esta actitud pesimista, en la que no faltan la ironía y la sátira, se combina con un sentimiento de ternura o de admiración.
Escribió también Memorias de un hombre de acción, veintidós volúmenes que constituyen una historia novelada de nuestro siglo XX a través de la vida de su protagonista, Eugenio de Aviraneta. Asimismo, publicó algunos ensayos (Juventud, egolatría; El nuevo tablado de Arlequín; Divagaciones apasionadas) y un libro de poesía (Canciones del suburbio).
Las novelas de Baroja son realistas. Sus narraciones y sus diálogos son ágiles, y en la descripción es un auténtico maestro: a una adjetivación rica y precisa se unen imágenes o comparaciones de estilo impresionista.
Ramiro de Maeztu Whitney, (1874 - 1936) Periodista e ideólogo más destacado del pensamiento monárquico, tradicionalista y católico del siglo XX, fue, en palabras suyas, "un niño altanero y feliz".
Recibió formación del intelectual vasco adoleció de un autodidactismo del que se quejó más de una vez públicamente, acaso para captar la comprensión a sus lectores.
Residió en París, donde comenzó estudios de Comercio nunca concluidos; pasó unos años en Cuba, entre 1891 y 1894, desempeñando diversos oficios, además del de soldado, de lo más variopintos. Uno de ellos fue el de lector en voz alta en una fábrica de tabacos de la Habana. En el artículo "Juan José en Londres", publicado en La Correspondencia de España, Madrid, 14-VIII-1908, magníficamente construido, dejó constancia de tal experiencia. Su firma era habitual en el periódico de Ortega Munilla El Imparcial; escribió para Diario Universal,Vida Nueva, El Socialista, Germinal, El País, entre otros, convirtiéndose, en afirmación feliz de Andrés de Blas (1993), en un verdadero "jornalero de la pluma".
Estuvo en Marburgo el año de 1910 estudiando a Kant con los profesores neokantianos Hermann Cohen, Paul Natorp y Nicolai Hartmann, y durante su estancia coincidió, algún tiempo, con Ortega y Gasset.
Londres (1907), lo acogió durante quince años, desde el 1905 al 1919, en calidad de corresponsal de diversas publicaciones: la Correspondencia de España, Nuevo Mundo y Heraldo de Madrid. Allí frecuentó a grupos fabianos y del llamado socialismo gremial ( guild socialism), y mostró especial afinidad por los últimos.
Entre medias, durante la Primera Guerra Mundial, trabajó de corresponsal en Italia y, según confesión propia, lo que vio a lo largo de esta contienda indujo en él el giro hacia el tradicionalismo al paso que abandonaba el pensamiento anarquizante y nietzscheano de sus años mozos -aunque no su ardor- y las simpatías por el socialismo reformista de cuño fabiano. De todo ello dio cuenta en varios escritos de rectificación y palinodia, por ejemplo, "Razones de una conversión", aparecido en Acción Española el 1 de octubre de 1934.
Al regreso de Inglaterra, reside unos meses en Barcelona afianzando allí sus lazos con Eugenio D'Ors, quien pasó, asimismo, por una crisis de índole religiosa y una búsqueda existencial de la autoridad.
En Argentina conoce y trata al sacerdote vasco Zacarías de Vizcarra, padre de la voz Hispanidad, en torno a la cual edifica Maeztu uno de los puntales de su pensamiento.
Embajador de España en Buenos Aires. Foto Virgilio Muro.Durante el gobierno de Miguel Primo de Rivera desempeñó el cargo de embajador de España en Buenos Aires desde diciembre de 1927 hasta que presentó la dimisión, el día 28 de marzo del 1930, a raíz de la muerte del general.
Unos meses antes de partir rumbo a la Argentina, escribe una carta al director del diario liberal El Sol comunicándole que da por concluida su colaboración; a los dos días, comienza a escribir en La Nación, periódico próximo al general Primo de Rivera.
Fue, por añadidura, diputado por Guipúzcoa en las filas de Unión Regionalista Guipuzcoana.
Maeztu fue miembro de las Reales Academias de Ciencias Morales y de La Lengua Española, en cuya recepción leyó un discurso que versaba sobre "La brevedad de la vida en nuestra poesía lírica".
El 28 de octubre de 1936, de madrugada, fue asesinado, con otros treinta detenidos, junto a la tapia del cementerio de Aravaca, tras una extracción masiva de presos - llamadas en el argot "sacas"-, de la cárcel de Ventas, donde estaba recluido desde finales de julio, cuando unos milicianos republicanos lo detuvieron hallándose de visita en casa de su amigo Vázquez Dodero. Estaba escribiendo una obra titulada "En defensa del espíritu" de la que ya se habían publicado algunas entregas en la revista Acción Española, publicación que dirigió desde el número 28, de marzo de 1934, hasta junio de 1936.
En vano intercedieron por su liberación las embajadas inglesa y argentina.
Las últimas palabras de Ramiro ante quienes se disponían a matarlo fueron, si la leyenda es cierta:
"Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por qué muero: para que vuestros hijos sean mejores que vosotros".
Referencias:
https://docs.google.com/presentation/d/1y3aoSlvfZ1zJ7EQJLn6mFKbAznwAyr3528md-xsZFDA/edit#slide=id.i0
Faltan integrantes de la "Generación", y trata de poner en cursiva los títulos de las obras enumeradas.
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