Espronceda cultivó los principales géneros literarios, como la novela histórica, con Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar (1834), el poema épico, con El Pelayo, pero sus obras más importantes son las poéticas. Publicó Poesías en 1840 tras volver del exilio. Son una colección de poemas de carácter desigual que reúne poemas de juventud, de aire neoclásico, junto con otros del romanticismo más exaltado. Estos últimos son los más importantes, en los que engrandece a los tipos más marginales: «Canción del pirata», «El verdugo», «El mendigo», «Canto del cosaco». Las obras más importantes son El estudiante de Salamanca (1840) y El diablo mundo.
Mariano JOSÉ DE LARRA
Sin duda alguna, uno de los escritores más conocidos del romanticismo español, junto con Bècquer, Espronceda o Rosaía de Castro. Larra fue un febril escritor que destacó por su ironía, mordacidad y capacidad crítica en todo tipo de escritos, ensayos y artículos periodísticos. Entre sus artículos más conocidos están Vuelva usted mañana, El castellano viejo o El casarse pronto y mal. Entre sus novelas, destacamos El doncel don Enrique el Doliente y Hernani o el honor castellano.
JOSÉ ZORRILLA
Nació en Valledolic en 1817 y murió en Madrid en 1893: A los doce años comenzó a escribir en verso. A los veinte años leyó unos versos en el entierro de Larra, con lo que se dio a conocer como poeta ante un publico formado por los mejores escritores del momento. Fue miembro de la Real Academia de la lengua y reconocido oficialmente como un gran poeta. Zorrilla utiliza temas de la historia nacional. Sus obras las escribe exclusivamente en verso. Escribió la obra mas representativa del teatro romántico y la mas representada en los teatros: DON JUAN TENORIO famoso aventurero y conquistador de mujeres, una recreación de la inolvidable figura de don Juan, ya elaborada por Tirso de Molina. Cultivó todos los estilos de la poesía: épico, lírico y dramático. También destacó sobremanera como dramaturgo, con obras tan conocidas El zapatero y el rey, El puñal del godo y Traidor, inconfeso y mártir.
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
Uno de los escritores del romanticismo (en este caso de su período tardío) más conocidos y reconocidos, aunque algunos ya le clasifican dentro del posromanticismo. No tuvo éxito en vida y solo tras su muerte se reconoció su talento. Algunas de sus obras más emblemáticas son sus Rimas y Leyendas, Cartas desde mi celda o Libro de los gorriones.
ROSALÍA DE CASTRO
Fue una novelista y poetisa gallega nacida en Santiago de Compostela que escribió en castellano y gallego, y ayudó a devolver el gallego la entidad y arraigo del que carecía. Entre sus obras más destacadas podemos mencionar obras maestras de la literatura gallega, española y mundial, como Cantares gallegos (1863), Follas novas (1880) o, ya en castellano, En las orillas del Sar.
El Romanticismo literario español marcó un antes y un después. Sólo hay que ver el tipo de novelas y cómo pensaba la gente, antes y ahora.
CARACTERÍSTICAS DEL ROMANTICISMO ESPAÑOL:
1.- Escenarios románticos: Naturaleza y ciudad
Los románticos, en su búsqueda del hombre concreto, del individuo, de sus circunstancias, conceden gran importancia al entorno. Dos escenarios son preferidos: la naturaleza y la ciudad.
La naturaleza se presenta, sobre todo, en sus formas agrestes, salvajes. Ya no es el jardín cuidado y geométrico del clasicismo, sino el bosque umbrío y lleno de peligros, las montañas escarpadas y cubiertas de maleza, el mar bravío.
Hay una complacencia de mostrar el triunfo de la naturaleza sobre el hombre y sus obras: el cementerio con sus sauces llorones, sus tumbas abandonadas, o las ruinas donde trepa la hierba sobre las piedras son el silencioso testimonio de la inutilidad de los esfuerzos humanos. De las horas y las estaciones hay predilección por la noche, la primavera y el otoño. La noche suele presidir al amor con la luna amiga como confidente en las alegrías y los desengaños. Pero otras veces la noche se puebla de espectros, ladridos de perros en una imaginaría típica del terror y lo sobrenatural.
La primavera es la estación de las ilusiones, el amor primero, de los sueños de gloria. El otoño, en cambio, simboliza el desengaño y la derrota con las hojas caídas como testigo.
El cuanto a las ciudades existe una revalorización de lo sencillo y humilde, por un lado, y del arte medieval, árabe o gótico, por otro. Se escogen ciudades artísticas cargadas de historia y tradición: Toledo, Granada, Sevilla, Madrid.
2.- La fantasía
El romántico quiere romper los límites estrechos de la realidad concreta y remontar el vuelo hacia las regiones inmensas de la imaginación.
Son varios los procedimientos con que la fantasía entra técnicamente en la literatura romántica. En primer lugar, el gusto por el misterio y lo sobrenatural. De otro lado, se buscan situaciones ambiguas, zonas confusas, donde se pierden los límites de lo creíble y lo increíble: presentimientos, voces, apariciones de seres del más allá. O directamente, como ocurre en Zorrilla, se admiten los milagros.
En segundo lugar, se recurre al sueño y la visión, anticipando de alguna manera la exploración del subconsciente. Sueños y visiones aparecen en su vertiente positiva o negativa. El sueño o la visión buena presupone la realización de los deseos, el logro de la felicidad, un buen presagio. En oposición, el sueño malo o pesadilla se combina con el infierno y sus símbolos, el horror, la nada, la muerte.
3.- Caracterización de los personajes
Los románticos han creado más “tipos” que caracteres. De esta forma el personaje romántico tiende a ser de una sola pieza, sin inflexiones, como determinado por su esencia a una actitud.
El héroe romántico responde un poco a la concepción byroniana: apasionado, orgulloso, enamorado, perseguido por la fatalidad, escéptico, caballeroso y básicamente noble. Se encarna en diversas profesiones sociales: el trovador medieval, galante y soñador; el noble, fiero en la guerra y fino en el amor; el bandolero generoso; el viajero desconocido y lejano que oculta una historia misteriosa; el templario o el fraile.
En el extremo opuesto, el antihéroe es el tirano insensible, frío, calculador, despiadado con los que persigue; los representantes de una autoridad inflexible y ciega, sea el padre que se empeña en marcar el destino de su hija, sea el noble despótico y encerrado en sus privilegios.
D) El lenguaje
El romanticismo cambió radicalmente los procedimientos expresivos. Eliminó, en primer lugar, el sistema de referencias neoclásicas, acabando con la moda de designar fenómenos naturales o humanos mediante denominaciones mitológicas griegas: aire y viento sustituyen a Eolo, amor a Venus, Dios a Júpiter.
Por otro lado, dentro del principio sagrado de libertad, se rechaza la distinción entre palabras nobles y plebeyas, de palabras que se pueden y que no se pueden usar. Toda palabra tiene lugar en el texto si es necesaria.
Pero si algo define el nuevo estilo es el énfasis. Abundan los signos de interrogación y exclamación, los puntos suspensivos, la hinchazón retórica. Nada se puede decir con sencillez, todo ha de ir envuelto en el exceso verbal.