Leynis Sierra
En el propósito de visualizar la estrecha relación entre el cine y la literatura, relación que desde sus inicios hasta nuestros tiempos se ha fortalecido, nos hemos planteado como objetivo fundamental “analizar” ambas versiones de El Proceso, novela de Frank Kafka y su contraparte cinematográfica traídas a nosotros por Orson Welles; basándonos en un elemento de vital importancia, “el lenguaje”.
El lenguaje cinematográfico, en el objetivo de mantener siempre activo al espectador, debe concretar aquellos elementos, acciones y personajes resaltando los más importantes para la narración de la obra, y aquellos que evidentemente nos permitan enlazar el orden de las secuencias narrativas.
De una manera muy llamativa e interesante Welles nos presenta su lectura de El proceso; quien realiza un juego en las narraciones e historias que Kafka nos presenta en la novela como argumento de todo el absurdo que implica la trama planteada. En la versión cinematográfica la apertura viene dada por un relato que una voz en off nos hace a los espectadores, de un fragmento que se encuentra en los capítulos cumbres de la obra. Es como una introducción que nos permite concienciar el mundo bajo el cual Kafka y posteriormente Orson Welles nos sumergen, un mundo cuya atmósfera se cetra en lo absurdo, y en una denuncia social hacia el sistema judicial y los representantes de la ley que a medida que avanza la narración se acrecienta y nos hace sentir que no existe escapatoria posible.
Resaltando este primer punto destacaremos un elemento que dentro de la narrativa kafkiana se torna interesantísimo y de vital importancia, elemento que Welles destacará brillantemente en el film, nos referimos entonces a la simbología de la puerta, instrumento de enlace ente dos mundos, entre aquello que busco y parece inaccesible por la contrariedad de muchas puertas por abrir, tal cual como el relato que da entrada a la película, puerta que me impide acercarme a la ley pero que también es necesaria cruzar para adentrarme en ese mundo desconocido.
El lenguaje cinematográfico, en el objetivo de mantener siempre activo al espectador, debe concretar aquellos elementos, acciones y personajes resaltando los más importantes para la narración de la obra, y aquellos que evidentemente nos permitan enlazar el orden de las secuencias narrativas.
De una manera muy llamativa e interesante Welles nos presenta su lectura de El proceso; quien realiza un juego en las narraciones e historias que Kafka nos presenta en la novela como argumento de todo el absurdo que implica la trama planteada. En la versión cinematográfica la apertura viene dada por un relato que una voz en off nos hace a los espectadores, de un fragmento que se encuentra en los capítulos cumbres de la obra. Es como una introducción que nos permite concienciar el mundo bajo el cual Kafka y posteriormente Orson Welles nos sumergen, un mundo cuya atmósfera se cetra en lo absurdo, y en una denuncia social hacia el sistema judicial y los representantes de la ley que a medida que avanza la narración se acrecienta y nos hace sentir que no existe escapatoria posible.
Resaltando este primer punto destacaremos un elemento que dentro de la narrativa kafkiana se torna interesantísimo y de vital importancia, elemento que Welles destacará brillantemente en el film, nos referimos entonces a la simbología de la puerta, instrumento de enlace ente dos mundos, entre aquello que busco y parece inaccesible por la contrariedad de muchas puertas por abrir, tal cual como el relato que da entrada a la película, puerta que me impide acercarme a la ley pero que también es necesaria cruzar para adentrarme en ese mundo desconocido.
La puerta resalta no sólo dentro de la novela El proceso en su versión cinematográfica, es también importante en La Metamorfosis donde Gregorio Samsa se escuda en sus inicios para ocultar ese ser despreciable en el cual se ha convertido. Nuevamente encontramos aquí la puerta como simbología del obstáculo y de la entrada a un algo totalmente nuevo, y no por ello mejor. Simbología que en el caso que nos ocupa es fácilmente detectable por la estimulación y confusión visual que constantemente recibimos en la película con respecto al uso de “las puertas”.
Contrastando el texto con el lenguaje que nos muestra la película, encontramos en la novela múltiples descripciones de vestuarios, ambientes, actitudes de personajes que son sintetizados y en algunos casos omitidos en la película. El director encuentra la estrategia de ahorrar actuación en las escenas que nos pudieran parecer de más , contrasta ambientes donde vive Joseph K con las variadas conversaciones que ahí se llevan a cabo, logrando simplificar escenas, aclarando aspectos que el lector da por entendidos y dejando a un lado aquellos cuya relación se desvincula del ”proceso”.
Para lograr que el espectador y previo lector de la obra encuentre el punto de similitud se nos hace un bosquejo general de los espacios, es decir, la cámara, ojo directo del espectador nos pasea rápidamente por el escenario, mostrando que todos los elementos están ahí. El lenguaje gestual corporal que se emplea nos evidencia la estrategia utilizada por el director y reflejada magistralmente en sus actores, ese componente de tensión, angustia, impotencia y resignación de la cual se van plegando los personajes y poco a poco transmitido al lector-espectador.
De igual manera el lenguaje de las miradas, tan destacado en el texto, que sirve como presentación de algunos personajes se mantiene en la película y encierra en sí mismo la idea anteriormente abordada, permite concretar en una mirada una acción que puede muy bien obviarse más no olvidarse. Con respecto a este punto y el juego de las miradas resulta igualmente importante destacar el uso de los personajes, en especial, la aparición de la prima de “K”, cuando en la novela se nos refiere a ella por medio de la lectura de una carta. El lenguaje físico y presente del cine se plasma en sus actores y nos permite que dicho personaje nos presente la carta ahorrándonos el tiempo de leerla; aspecto evidentemente vinculado con ese querer atrapar al espectador.
En El mito de Sísifo de Albert Camus se nos presenta un análisis de las obras Kafkianas que en el caso que nos ocupa reúne unas características tan válidas y aplicables en el texto como en la película. En primer lugar la presentación de unos “personajes temblorosos”; percibidos en la novela por las múltiples referencias a sus pensamientos, dudas, planificación de acciones, que nuevamente en la película se reducen a un gesto o a una mirada.
Igualmente se plantea la contradicción entre lo individual y lo universal, como en lo absurdo y en lo lógico, aspectos que a través de diálogos, narración de historias paralelas nos dejan ver que el protagonista como un ente individual y lógico, (desde su punto de vista y en ocasiones el nuestro también), se debate con un todo, un universo sumido en lo absurdo que si no lo absorbe al menos lo elimina. Aspecto fundamental en la obra de Kafka y que el director sabe recopilar en la película de manera que aquel que no se ha acercado al texto logra comprender la ambigüedad planteada. Contraste que se puede permitir utilizando ese lenguaje no verbal del cine, lenguaje que no es otro que el ambiente, la escenografía; ambientes desde todo punto de vista deshumanizados, carentes de luz, movimiento, amplitud, ambientes que nos envuelven y asfixian como espectadores, pero ambientes que en determinados momentos como lectores se nos quedaron cortos, y en este punto me refiero específicamente a la escena de todos aquellos acusados, enumerados, que esperan alguna noticia de su proceso, ese ambiente desolador, vacío, gris y con miradas, gestos y posturas corporales deprimentes, en ocasiones no son perceptibles claramente cuando nos acercamos al texto, mensaje que en esta oportunidad el lenguaje cinematográfico si logra captar.
Igualmente se plantea la contradicción entre lo individual y lo universal, como en lo absurdo y en lo lógico, aspectos que a través de diálogos, narración de historias paralelas nos dejan ver que el protagonista como un ente individual y lógico, (desde su punto de vista y en ocasiones el nuestro también), se debate con un todo, un universo sumido en lo absurdo que si no lo absorbe al menos lo elimina. Aspecto fundamental en la obra de Kafka y que el director sabe recopilar en la película de manera que aquel que no se ha acercado al texto logra comprender la ambigüedad planteada. Contraste que se puede permitir utilizando ese lenguaje no verbal del cine, lenguaje que no es otro que el ambiente, la escenografía; ambientes desde todo punto de vista deshumanizados, carentes de luz, movimiento, amplitud, ambientes que nos envuelven y asfixian como espectadores, pero ambientes que en determinados momentos como lectores se nos quedaron cortos, y en este punto me refiero específicamente a la escena de todos aquellos acusados, enumerados, que esperan alguna noticia de su proceso, ese ambiente desolador, vacío, gris y con miradas, gestos y posturas corporales deprimentes, en ocasiones no son perceptibles claramente cuando nos acercamos al texto, mensaje que en esta oportunidad el lenguaje cinematográfico si logra captar.
Para Flavio Wisniachi en su ensayo “A la búsqueda del realista (una lectura de Kafka a partir de la ontología de Lukács)”, nos plantea en base a los personajes de Kafka que: “Sus figuras se debaten entre la posibilidad que se les ofrece de acceder al ser de las cosas, y fuerzas equívocas, interiores y exteriores, que nublan su sentido crítico y las reenvían a la inmediatez de la apariencia”, fundamento que nos permite colocarnos en la interrogante que la señorita Burstner le plantea a K, ¿estabas realmente despierto?, existe la posibilidad cuyo margen es muy estrecho que nos indique que Joseph K tal cual como Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, ha utilizado el mural del sueño para adentrarse en un mundo ilógico, incomprensible, asfixiante donde la batalla principal reside en imponer la lógica.
Y mencionamos Alicia no sólo por considerar el sueño como un elemento de enlace, la comparación encuentra su punto de partida en el juego del cual se vale el lenguaje cinematográfico para evocar imágenes y traer a colación la memoria visual del espectador de manera que el fundamento principal de la narración se vea reflejado en otras obras literarias y sus obras fílmicas. En primer lugar retomamos la simbología de la o las puertas que impiden el acceso a algo pero que al mismo tiempo nos ubican en la sede de las oficinas judiciales, puertas numerosas que nos descubren escaleras, laberintos, pasillos interminables, escenas que nos sitúan directamente con el mundo en el cual se va aventurar Alicia. Otro elemento importante en ambas obras es la lógica que adquiere el absurdo, lógica que permite el desarrollo en todas las acciones de Alicia y lógica del absurdo que se presenta como obstáculo para el proceso de K, un claro ejemplo de esta visualización la tenemos en el primer interrogatorio a Joseph, lo ilógico de las preguntas, de las respuestas, de las actitudes de los personajes, de su postura ante la situación.
En tercer lugar haremos referencia al elemento que nos permitió encontrar los puntos de semejanza con la obra de Lewis Carroll, y no es otro que la escena de presentación del abogado Hassler, quien en un juego de apariencias se nos muestra en una nube de humo, un espacio inaccesible para nosotros y para K, abogado, quien con su cara tapada nos remite a la oruga con la cual Alicia debe interrogarse y rendir cuentas de su presencia en ese nuevo mundo.
A modo de conclusión citaremos a Benjamin quien lee en Kafka “una siniestra profecía, que opera en lo textual y define la suerte de sus personajes”. Suerte que Orson Welles, valiéndose nuevamente del lenguaje cinematográfico y su irrupción en la memoria visual del espectador nos presenta con una imagen más avasallante: el hongo de la bomba atómica alude al exterminio, no solo del individuo K, sino de la humanidad que quizás de una manera inconsciente se está dejando absorber por la lógica absurda de un sistema judicial cuya finalidad es trabajar en procesos como el de Joseph K.
En tercer lugar haremos referencia al elemento que nos permitió encontrar los puntos de semejanza con la obra de Lewis Carroll, y no es otro que la escena de presentación del abogado Hassler, quien en un juego de apariencias se nos muestra en una nube de humo, un espacio inaccesible para nosotros y para K, abogado, quien con su cara tapada nos remite a la oruga con la cual Alicia debe interrogarse y rendir cuentas de su presencia en ese nuevo mundo.
A modo de conclusión citaremos a Benjamin quien lee en Kafka “una siniestra profecía, que opera en lo textual y define la suerte de sus personajes”. Suerte que Orson Welles, valiéndose nuevamente del lenguaje cinematográfico y su irrupción en la memoria visual del espectador nos presenta con una imagen más avasallante: el hongo de la bomba atómica alude al exterminio, no solo del individuo K, sino de la humanidad que quizás de una manera inconsciente se está dejando absorber por la lógica absurda de un sistema judicial cuya finalidad es trabajar en procesos como el de Joseph K.
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