La figura del Cid Campeador y del poema que lo inmortaliza ha suscitado nuevas imaginaciones a través de la historia. Muy tempranamente contamos con los romances que parten del tronco madre del Cantar de Gesta, luego vendrían el drama Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, contemporáneo de Cervantes y Lope de Vega, y allende Los Pirineos, el drama clásico Le Cid, de Pierre Corneille, que a su vez inspiró una ópera casi 150 años después, con el mismo título y la partitura de Jules Massenet, quien también pusiera música a Manon, La Cenicienta y Werther, entre otros clásicos literarios. Hacia mitad del siglo XX, el teatro español propondría una relectura del héroe con la obra Anillos para una dama, de Antonio Gala, quien se enfoca en las hijas del Campeador. E incluso los grandes escenarios de mass media han dispuesto versiones de la gesta del caballero español. Hace poco El Cid hizo su debut en dibujos animados, ya la había hecho en tiras cómicas, y el cantautor Emiliano Valdeolivos en los ochenta le puso una música entre rústica y los estilos de Paco Ibañez o Mercedes Sosa, al Poema. Aquí colgamos la banda sonora del film de Anthony Mann de 1961, protagonizado por Charlton Heston (el mismo Moisés de Los 10 Mandamientos, de Ben Hur, del Planeta de los Simios) y la sin par Sophia Loren, en el cénit de su belleza. El film estuvo asesorado por el propio Ramón Menéndez Pidal ya anciano. Ello explica la fidelidad de varias escenas, la adhesión a nombres y sucesos históricos, en un equilibrio digno entre la historia y el estilo hollywoodense de hacer cine. La maravillosa música que en más de una ocasión aporta la grandeza y el ritmo que a la cámara le falta pertenece al compositor de tantas bandas sonoras épicas como Ivanhoe, y la segunda película de Heston citada arriba: el húngaro Miklos Rozsa. Es el aroma de una forma de hacer cine que posiblemente ya no volverá. Cortesía de You Tube.
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